Olive and sunflower oil in the bottles set isolated on white background
  • Los índices de enfermedades crónicas como las cardiopatías, el asma, el cáncer y la diabetes han crecido un 700% desde 1935. 
  • En la actualidad, 6 de cada 10 personas en EEUU padecen una enfermedad crónica.
  • Fumamos menos, tomamos menos alcohol, hacemos más ejercicio y comemos más sano (más frutas y verduras, menos grasas saturadas y sodio) en comparación con décadas anteriores.
  • Si lo estamos haciendo todo bien, ¿por qué siguen aumentando los índices de enfermedades crónicas y obesidad?
  • El aceite vegetal, que ahora representa el 20% de nuestras calorías diarias y ha permanecido en gran medida fuera del interés de la salud pública, puede ser el causante.

Usaremos EEUU porque es donde más datos hay y es en cierta forma referente de occidente y, especialmente, Chile (no es por nada que nos regimos por sus pautas nutricionales).

No siempre hemos tenido problemas de salud crónicos a los niveles actuals. La primera encuesta sobre el tema, en la década de 1930, mostraba una prevalencia de enfermedades crónicas y discapacidades de alrededor del 7,5% en adultos [1]. En el año 2000, el número de estadounidenses con al menos una enfermedad crónica había aumentado al 45%. Sólo veinte años después, en 2020, es del 60%.

Según las CDC, «las enfermedades crónicas son enfermedades o afecciones continuas, generalmente incurables, como las enfermedades del corazón, el asma, el cáncer y la diabetes. Estas enfermedades suelen ser prevenibles».

Aunque las tasas de enfermedades crónicas han ido aumentando de forma constante durante cien años, su crecimiento se ha acelerado desde el año 2000. El porcentaje de adultos de mediana edad con múltiples enfermedades crónicas se disparó un 30% entre 2000 y 2010, pasando del 16,1% al 21%. En 2014, solo cuatro años después, había aumentado al 32,1% [2].

Según la CDC, las enfermedades crónicas están impulsadas principalmente por cuatro factores:

  1. Consumo de tabaco
  2. Falta de actividad física
  3. Exceso de alcohol
  4. Mala alimentación – concretamente, «dietas bajas en frutas y verduras y altas en sodio y grasas saturadas»

Es obvio asumir que con las enfermedades aumentando exponencialmente deberíamos ver también un aumento de los hábitos nocivos que producen dichas enfermedades. Bueno, la realidad no acredita aquello:

1. FUMAR

Las tasas de tabaquismo han descendido considerablemente en los últimos 60-70 años, desde un máximo histórico del 45% en 1954 hasta el 13,7% actual:

Si el tabaquismo es uno de los mayores contribuyentes a las enfermedades crónicas, y las tasas de tabaquismo han descendido casi un 70% en los últimos 66 años, ¿por qué siguen aumentando las tasas de enfermedades crónicas?

El consumo de tabaco ha caído en picada, pero las tasas de enfermedades crónicas siguen aumentando. Sorprendentemente, mientras cada vez menos personas fuman, incluso las tasas de cáncer siguen creciendo:

Fuente: https://ourworldindata.org/cancer

Esperaríamos que las tasas de cáncer cayeran en relación a las de tabaquismo, pero eso no es lo que estamos viendo, lamentablemente. Aunque da miedo pensar en cuáles serían nuestras tasas de enfermedades crónicas hoy en día si casi la mitad de la población siguiera fumando, hay algo más que hemos cambiado en las últimas décadas y que está provocando que nos pongamos cada vez más enfermos.

2. FALTA DE EJERCICIO

Esto debe ser, seguro. Hoy nadie se mueve, todos sedentarios…

¿Hoy hacemos menos ejercicio? En 1998, el 40,2% de los adultos estadounidenses cumplían las directrices mínimas de actividad física. Veinte años después, en 2018, el 54,2% de los adultos cumplían las directrices [4]

En otras palabras, los estadounidenses hacen más ejercicio hoy que hace veinte años, incluso cuando las tasas de enfermedades crónicas han seguido aumentando. El ejercicio puede ser un factor importante en la prevención de enfermedades, pero no parece ser el motor principal.

Aunque hacemos más ejercicio, también estamos más sentados, ya que en las últimas décadas hemos pasado de trabajos de servicios en los que la actividad física forma parte de la ocupación (fabricación, construcción, agricultura) a trabajos de oficina que requieren estar frente a un ordenador todo el día. En lugar de realizar una actividad física ligera a lo largo del día, la mayoría de las personas son sedentarias durante todo el día con pequeñas ráfagas de ejercicio aeróbico.

Al igual que dejar de fumar, el ejercicio seguramente ayuda a prevenir las enfermedades crónicas, pero no parece ser suficiente. Aunque un aumento del tiempo de sedentarismo podría estar compensando los beneficios del ejercicio y contribuyendo a la enfermedad, los datos no muestran que un aumento de la «actividad física moderada» desempeñe un papel principal en la prevención de las enfermedades crónicas.

A continuación, analicemos los alimentos y bebidas que consumimos como los restantes culpables. Empecemos por las bebidas alcohólicas.

3. EXCESIVO CONSUMO DE ALCOHOL

La CDC cita el exceso de alcohol y la mala alimentación como los dos últimos factores que contribuyen a las enfermedades crónicas. Veamos el consumo de alcohol en los últimos 56 años:

Podemos ver que las calorías procedentes del alcohol se han mantenido prácticamente estables durante las últimas décadas, y de hecho han disminuido desde la década de 1980, pasando de 185 calorías diarias en 1980 a 161 calorías diarias por persona en 2017 [5].

El exceso de alcohol puede ser poco saludable y contribuir a la aparición de enfermedades, pero es difícil justificar que sea el principal impulsor de las enfermedades crónicas cuando se ha mantenido estable mientras las tasas de enfermedades crónicas se han acelerado.

Otros alimentos que aportan calorías, sin embargo, merecen un mayor escrutinio.

4. MALA NUTRICIÓN

Nos quedamos con la mala alimentación como protagonista final de las enfermedades crónicas. ¿Estamos comiendo mejor o peor hoy que en el pasado?

Según un estudio reciente, en realidad estamos comiendo «más sano» hoy que en los años 90, como explica Harvard [6]:

Los investigadores analizaron las respuestas de las encuestas de salud recogidas entre 1999 y 2016 de casi 44.000 hombres y mujeres estadounidenses. La buena noticia: durante el estudio, los participantes mejoraron en el Índice de Alimentación Saludable, gracias a una mayor ingesta de carbohidratos de alta calidad, proteínas vegetales y grasas insaturadas; y una menor ingesta de azúcares añadidos.

Los estudios que analizan los patrones de alimentación saludable entre los jóvenes, según la definición de la Asociación Americana del Corazón, llegan a la misma conclusión [7], al igual que los últimos veinte años de puntuaciones del Índice de Alimentación Saludable del USDA [8]:

Con dietas más saludables, deberíamos ver la disminución de las tasas de enfermedades crónicas y obesidad, pero en cambio vemos lo contrario. Las tasas de obesidad, en particular, crecieron casi un 40% desde 1999, pasando del 30,5% en 2000 al 42,4% en 2018:

Si hacemos más ejercicio y comemos más sano, pero seguimos engordando, quizá nuestra definición de «alimentación sana» sea errónea.

Una alimentación sana puede no significar más carbohidratos de alta calidad, proteínas vegetales y grasas insaturadas. En su lugar, analicemos qué alimentos están más relacionados con el aumento de las enfermedades crónicas y la obesidad.

Si hay una variable en nuestra dieta que ha permanecido prácticamente sin cambios en las últimas décadas, o que ha disminuido, es muy poco probable que consumir esa variable en exceso sea la causa principal de la creciente epidemia de enfermedades crónicas.

Por otro lado, si nuestro consumo de un alimento ha aumentado en consonancia con las crecientes tasas de enfermedades crónicas, aunque la asociación no es ciertamente causal, ese alimento es al menos un candidato para ser considerado.

Estos son los grupos de alimentos que consumimos hoy en día en la misma cantidad, en menor cantidad o sólo ligeramente más que hace 50 años, cuando las tasas de enfermedades crónicas eran menos de un tercio de lo que son hoy, incluso cuando el tabaquismo estaba cerca de su máximo histórico [10]:

  • Grasas animales
  • Huevos
  • Lácteos
  • Legumbres (frijoles)
  • Verduras
  • Hortalizas de raíz (patatas)
  • Frutos secos
  • Fruta

Y aquí están las categorías de nutrientes que han permanecido en gran medida sin cambios en ese mismo período de tiempo entre la década de 1960 y 2017:

  • Sodio
  • Grasas saturadas
  • Alimentos de origen animal
  • Colesterol
  • Fibra dietética
  • Carbohidratos totales

Es difícil culpar a cualquiera de los alimentos mencionados de impulsar el crecimiento continuo de las enfermedades crónicas cuando su consumo no ha cambiado drásticamente en los últimos 50 años. Es probable que la privación de nutrientes y la malnutrición tampoco sean la causa de la mayoría de las enfermedades modernas, ya que hoy en día estamos recibiendo más vitaminas y minerales que nunca.

Por otro lado, estos son los cuatro principales grupos de alimentos de los que comemos mucho más hoy que a mediados del siglo pasado:

  • Azúcar y edulcorantes: 88 calorías más al día
  • Carne: 125 calorías más al día
  • Cereales – 185 calorías más al día
  • Aceites vegetales: 423 calorías más al día

No es de extrañar que gran parte de la investigación nutricional se dirija a los alimentos mencionados, es decir, la carne, la grasa, los carbohidratos (cereales) y el azúcar. Abordemos cada uno de ellos:

CEREALES Y AZÚCAR

Aunque nuestro consumo de cereales y azúcar ha aumentado significativamente desde los años 60, en realidad estamos ingiriendo menos calorías procedentes de los cereales y el azúcar que en los años 90, incluso mientras los índices de obesidad y diabetes siguen aumentando.

En 1997, consumíamos 871 calorías de cereales y 651 calorías de azúcar, frente a las 812 calorías y 603 calorías actuales, respectivamente.

Si los cereales y el azúcar fueran los principales causantes de las enfermedades crónicas, cabría esperar una mejora de los resultados sanitarios en las dos últimas décadas a medida que su consumo se redujera, pero no es así. De hecho, la prevalencia de la diabetes en particular ha aumentado desde 1997, duplicándose con creces [11]:

Aunque la mayoría de los estudios y ensayos controlados demuestran que el exceso de azúcar es perjudicial y que la eliminación de los carbohidratos y los cereales es una forma eficaz de controlar la diabetes, los datos no demuestran que la disminución de los cereales o del azúcar a nivel social tenga un impacto significativo en las tasas de enfermedades crónicas. Esto no quiere decir que el consumo de azúcar no contribuya a las enfermedades crónicas, sino que no es el factor principal.

CARNE

El consumo de carne ha aumentado sólo nominalmente desde la década de 1960  y el aumento ha sido enteramente de aves de corral (pollo y pavo), en parte debido a los consejos nutricionales para evitar la carne roja:

Las primeras Guías Alimentarias fueron desarrolladas en EEUU en 1980. Indicaban consumir menos grasas saturadas, colesterol y sodio. Los estadounidenses son sorprendentemente buenos a la hora de hacer caso a las directrices dietéticas y, como resultado, el consumo per cápita de alimentos de origen animal, carne roja y sal (alimentos con alto contenido en grasas saturadas, colesterol y sodio) no ha aumentado en las últimas décadas, por lo que es poco probable que sean los culpables de que la salud sea cada vez peor en los últimos cincuenta años [12]:

Nuestro consumo de alimentos de origen animal se ha mantenido estable, pero aun así las tasas de enfermedades crónicas crecen. Si la carne no es la culpable, ¿qué hay del aceite vegetal?

ACEITES VEGETALES

A diferencia de la carne, el aceite vegetal es un fenómeno nuevo en nuestra dieta. Su consumo no tiene precedentes en la historia de la humanidad. De hecho, si nos remontamos a 1909, podemos ver que el consumo de aceite vegetal se ha multiplicado por más de 150 en Estados Unidos [14]:

El consumo de aceite vegetal ha experimentado una importante trayectoria ascendente en los últimos cien años, en consonancia con las crecientes tasas de enfermedades crónicas. En todo el mundo se consume más aceite vegetal en peso que carne de vacuno, aves de corral, queso y mantequilla juntos.

¿Será entonces el aceite vegetal el responsable de las enfermedades?

A lo largo de nuestra batalla de décadas con las enfermedades crónicas, los estadounidenses han seguido de cerca todo lo que los CDC, la AHA y el USDA nos han dicho que hagamos. Fumamos menos, bebemos menos, hacemos más ejercicio, comemos menos grasas saturadas y sodio, y comemos más frutas y verduras. Aun así, los índices de enfermedades crónicas y obesidad siguen aumentando. Mientras tanto, el aceite vegetal se ha abierto paso de forma constante y sigilosa en nuestras despensas, restaurantes y alimentos envasados, aportando ahora 699 calorías diarias a nuestra dieta, es decir, alrededor del 20% de todo lo que comemos.

¿Es el aceite vegetal el eslabón perdido? Si el aceite vegetal es realmente el culpable oculto de la actual epidemia de enfermedades crónicas, es una solución elegante y sencilla para explicar por qué las enfermedades crónicas y la obesidad siguen aumentando, incluso cuando nos adherimos a los consejos de salud pública.

En el contexto de la prevención de enfermedades, el aceite vegetal permanece en gran medida fuera de la atención del público. Todo el mundo ha oído que las grasas saturadas y el sodio pueden ser malos, que deberíamos hacer más ejercicio y que fumar cigarrillos es perjudicial, pero ¿cuántas personas han considerado su consumo de aceite vegetal, aparentemente inocente?

En comparación con la carne, los carbohidratos y el azúcar, el aceite vegetal no ha sido objeto de tanto escrutinio público en el contexto de la alimentación saludable. Hay dietas enteras, industrias y movimientos de tipo religioso que eliminan la carne o los carbohidratos, pero ninguno que se centre principalmente en eliminar el aceite vegetal.

Es probable que haya cientos de factores que contribuyen a las enfermedades crónicas, de los cuales el aceite vegetal es sólo uno. Pero la conclusión de este análisis es que el aceite vegetal puede ser el principal culpable de la actual epidemia de enfermedades crónicas y obesidad, merece mucha más atención y consideración.

Las guerras contra la carne roja, las grasas saturadas, el colesterol y el sodio pueden estar equivocadas. Luchar contra esas batallas puede ser como centrarse en detalles cuando el verdadero villano que mueve todos los hilos sigue escondido en las sombras.

Es hora de iluminar a ese escurridizo villano, nuestro posible enemigo número uno de la salud pública: el aceite vegetal.

Fuente: Jeff Nobbs What’s Driving Chronic Disease? | Jeff Nobbs

2 comentarios en «¿CUÁL ES EL PRINCIPAL PRECURSOR DE LAS ENFERMEDADES CRÓNICAS?»
  1. Quizá la respuesta no está en el ingrediente o macronutriente considerado de forma aislada, sino en otros factores como el grado de procesamiento de la comida. No es lo mismo un filete de carne que una salchicha de Frankfurt.
    Por otro lado, que un cambio en los niveles de consumo no se refleje en un cambio de tendencia en las enfermedades no necesariamente descarta ese factor como «factor principal», pues quizá es el factor que abre la puerta a que otros factores nos hagan daño. Y quizá a partir de cierto umbral de consumo el efecto global no cambia. Y, por otro lado, 20 años no son suficiente para ver efectos en enfermedades que tardan décadas en desarrollarse (aparte que el efecto, posiblemente mínimo puede ser contrarrestado por otros factores. Al fin y al cabo una observación no es un experimento).

    1. Así es, una gran duda que probablemente no sea posible determinar porque no puedes aislar un sólo factor cuando se trata de nutrición. Las correlaciones no determinan causalidad, pero la ausencia de correlación si es factor suficiente para concluir ausencia de causalidad. En el tema específico de los aceites vegetales, el análisis viene a desmentir la hipótesis común (vegana) que pretende establecer que la carne sería la responsable de las enfermedades crónicas, la cual se obtiene usando el mismo tipo de correlación que la usada en este post.
      Prepararé el seguimiento a este análisis apuntando a ver si existe correlación más específica que apunte a aceites vegetales hidrogenados, tal como mortalidad general y su consumo.
      Gracias por el comentario Vicente.

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